Emociones Difíciles... También Son Sanas
Crecemos como entes separados de nuestras propias emociones, desconfiamos de ellas como si vinieran de otro planeta, rogamos que desaparezcan cuando son muy dolorosas, nos aterrorizamos frente a la sola idea de que se manifiesten cuando son inoportunas; además, cuando ellas son placenteras, pasamos la mitad del tiempo que las sentimos sufriendo porque nos adelantamos al momento en el que terminarán. Que esto sea así tiene que ver en parte porque no hemos tenido una educación que atienda a todo nuestro Ser, porque nos han enseñado muchas cosas aunque en el tema de las emociones la ignorancia es, casi diría que colectiva.
Afortunadamente este no es el único vínculo que podemos tener con ellas, hay otras opciones para nosotros, es cuestión de investigar, revisar los hábitos establecidos y explorar otros territorios posibles.
Nuestros sentimientos son sabios, siempre nos dicen la verdad de lo que estamos viviendo, sin embargo nosotros -en lugar de darles la bienvenida- hacemos de todo con tal de mantenemos separados de ellos; de esta manera prevemos la posibilidad de que al abrirnos completamente a ellos se presentara el peligro de que se nos compliquen las cosas. Una vez que hacemos esto ya estamos caminando como extranjeros en nuestro propio país, viviendo bajo la presión de no abrir lo que es precisa ser abierto.
La distancia entre “nosotros y nosotros mismos” es ancestral y se transmite eficientemente por medio de frases como: “No deberías sentirte así”, o “yo no tengo derecho a sentirme de esta manera”, o “hay sentimientos buenos y otros que son malos”…o tal vez “si siento esto soy mala persona”. Estos pensamientos nos separaron de nuestros sentimientos a la vez que nosotros reforzamos estos hechos internamente, por medio del rechazo, el juicio y la crítica severa que minuto a minuto ejercemos en silencio e inconscientemente en nuestra vida cotidiana. El resultado es que nuestra relación con las emociones suele ser terrible porque las vemos como una fuente de dolor, como amenazas que hay que evitar, el posible “Tsunami”, el “camión de frente” que nos arrasará, la película de terror personal.
Casi todos- en algún momento o muy seguido- hacemos caso omiso de nuestros sentimientos y, aunque a veces es necesario hacerlo para protegernos, algunos hemos aprendido a ignorar o reprimir nuestros sentimientos considerablemente. Hemos crecido bajo la consigna de que madurar implica no expresar lágrimas, ni contradicciones, ni puntos de inmadurez. Hemos sido alentados a aislarnos de nuestros sentimientos. De aquí que pocas personas suelan concebir a sus emociones como guías que conducen hacia la fuente de del dolor y no a verlos como la fuente en sí misma; me atrevo a concluir que para los varones esto ha sido y es aún mucho más acentuado debido a los valores transmitidos culturalmente.
Con los años, he aprendido a considerar a mis emociones como mensajeras, pequeñas partes mías que desde mi interior me ayudan a no avergonzarme de lo que siento porque lo que siento es una verdad que merece su existencia y comprensión, es la verdad que nos hace humanos. Esos amorosos mensajeros me recuerdan, momento a momento, cómo soy y qué deseo, qué no es conveniente para mí, qué tengo que comprender a la vez que nos ayudan a ver nuestra verdad más profunda sin necesidad de intermediarios. ¿Cómo no considerar darles a las emociones un enorme y sano lugar en nuestras vidas?.
UNA PRÁCTICA
Busca un lugar en el que puedas estar tranquilo y sin interrupciones. Haz 3 respiraciones desde la zona del abdomen (llenándolo y vaciándolo como si fuera un globo, sin hacer un exceso de fuerza).
Evoca una situación de tu vida en la que te presente un alto nivel de dolor o incomodidad. Nota la sensación. Siente la emoción. Permanece con este sentimiento por minuto más o menos, simplemente notando y sintiendo el sentimiento.
Si te distraen, vuelve la atención a la respiración, es natural que esto ocurra, luego sigue con el ejercicio.
Seguro que al rato podrás notar que estás juzgando, evitando o alejándote de este sentimiento. Observa lo que sucede. Anótalo … A continuación, vuelve a sentir sus sentimientos. Repite el ejercicio de 2 a 5 minutos.
Al darte cuenta de lo que dices acerca de los sentimientos, escribe en un papel 4 juicios que tengas sobre tus sentimientos (por ejemplo, “Yo no merezco sentirme bien”, “siento rivalidad y envidia y eso es propio de alguien inadecuado”… “me va a doler”, y así sucesivamente).
Al finalizar te darás cuenta que no has sido destruido por tus emociones difíciles, que esas emociones desaparecieron porque las has dejado ser, las has aceptado, has fluido con ellas, y ya han pasado, tal vez permanecen en tí, pero quizás hayan disminuido en su intensidad, porque te has permitido sentirlas...
Con Amor,
M
fuente: Fanny Libertun
Comentarios
Publicar un comentario
¿Quieres Compartir tu Opinión?